El parapente es algo nuevo, sin embargo sus
orígenes se confunden con el de otros deportes y sectores aeronáuticos.
Sus primeros protagonistas fueron los pioneros de la aviación
anónimos o conocidos, los ingenieros que trabajaban para la Nasa en los
proyectos de recuperación de las cápsulas espaciales, los paracaidistas, que un
buen día cambiaron el avión por la montaña, los montañeros al enterarse de que
quizás no siempre tendrían que bajar andando los picos una vez conquistados y
todos aquellos valores que, desde posiciones aventajadas (como el vuelo libre
en ala delta), se decidieron a subirse a esas alas de cuerdas y tela.
Los trabajos de Plazt, en Holanda durante 1922, sobre una
vela no rígida con control aerodinámico sobre superficies de tela, constituyen
quizás la primera referencia documentada que tenemos sobre un planeador
flexible verdaderamente ligero y funcional.
A finales de los años 50, Francis Rogallo patentó numerosas
variantes de desarrollos de cometas; unos años más tarde vino la inyección de
medios humanos y económicos de la Nasa.
Como la agencia espacial estaba más interesada en los
paracaídas que en las cometas "flex-wing" de Rogallo, junto a las
alas de tela metálica con tubos inflables, en 1968 se probaron y desarrollaron
los paracaídas cuadrados, con celdas infladas por el viento producido al
descender a cierta velocidad.
La nasa optó finalmente por las campanas semi-esféricas, y el
paracaidismo civil y militar enseguida se benefició de aquellos diseños. Pocos
años más tarde, el surf compartía las costas californianas con las primeras
alas delta y en australia remolcaban con lanchas aquellas alas flexibles.
Eran los locos años 70 en la nueva aviación deportiva. En el
año 1978 los fabricantes de las alas delta dirigieron sus pasos hacia las
prestaciones y la seguridad. De una práctica escandalosa y divertida, se ha
pasado a un auténtico deporte practicado en todo el mundo.